La Unidad de Caballería de la Policia Nacional en Madrid, fue la primera creada en la policía, allá por 1825. La de Madrid la forman 111 agentes, incluido el personal de apoyo, y 68 caballos. Estos pertenecen al Ministerio de Defensa y los cede a la Policía Nacional durante la vida laboral de los ejemplares.
Los caballos llegan con unos tres años de edad y suelen prestar servicio hasta los 19 o los 20. La doma es el trabajo más duro, ya que los animales tienen que acostumbrarse a trabajar en los lugares más hostiles, como manifestaciones, concentraciones, escoltas a personalidades y actos de estado, como la apertura de la legislatura en el Congreso de los Diputados. Su trabajo diario consiste en vigilar puntos estratégicos de la ciudad, como el Palacio de Oriente y el Retiro. España se encuentra en el nivel 4 de alerta antiterrorista.
Para estar entrenados, dedican las mañanas a trabajar en la sede de la Casa de Campo, en las instalaciones de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana. En una pista de tierra, jinetes y caballos pasan por arcos de fuego. En algunas ocasiones, el animal revoca, pero se continúa hasta que lo consigue. Otro ejercicio consiste en continuar la marcha mientras oyen disparos de fogueo de escopetas y carabinas. Eso sí, durante todo el entrenamiento tienen de fondo los cánticos de la hinchada del Real Madrid, emitidos por dos potentes altavoces.
Para formar parte de la Unidad de Caballería, los agentes tienen que pasar pruebas psicotécnicas, físicas, una entrevista y una prueba de monta. Una vez dentro, cuentan con un grupo de apoyo, entre ellos guarnicioneros y encargados del vestuario, que les confecciona a mano las prendas en piel con herramientas de hace 60 y 70 años. Algunas son auténticas joyas de museo que no se encuentran en el mercado. Otros agentes cambian las herraduras a los equinos cada 45 o 60 días. Son auténticos especialistas que miman a los animales. Para que no se caigan en el asfalto, les ponen unos pequeños tacos de tungsteno. De esta forma, se agarran en los terrenos más resbaladizos.
Uno de los más veteranos es Ricardo Linares, que lleva 40 años en este servicio. “Esto ha cambiado como de la noche al día. Antes entrábamos con los caballos en las aulas de la universidad. Había una sección de mañana y otra de tarde destinada a este servicio”, recuerda este agente que empezó en la extinguida Policía Armada y ha vivido cuatro cambios de uniforme.
Los caballos llegan con unos tres años de edad y suelen prestar servicio hasta los 19 o los 20. La doma es el trabajo más duro, ya que los animales tienen que acostumbrarse a trabajar en los lugares más hostiles, como manifestaciones, concentraciones, escoltas a personalidades y actos de estado, como la apertura de la legislatura en el Congreso de los Diputados. Su trabajo diario consiste en vigilar puntos estratégicos de la ciudad, como el Palacio de Oriente y el Retiro. España se encuentra en el nivel 4 de alerta antiterrorista.
Para estar entrenados, dedican las mañanas a trabajar en la sede de la Casa de Campo, en las instalaciones de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana. En una pista de tierra, jinetes y caballos pasan por arcos de fuego. En algunas ocasiones, el animal revoca, pero se continúa hasta que lo consigue. Otro ejercicio consiste en continuar la marcha mientras oyen disparos de fogueo de escopetas y carabinas. Eso sí, durante todo el entrenamiento tienen de fondo los cánticos de la hinchada del Real Madrid, emitidos por dos potentes altavoces.
Para formar parte de la Unidad de Caballería, los agentes tienen que pasar pruebas psicotécnicas, físicas, una entrevista y una prueba de monta. Una vez dentro, cuentan con un grupo de apoyo, entre ellos guarnicioneros y encargados del vestuario, que les confecciona a mano las prendas en piel con herramientas de hace 60 y 70 años. Algunas son auténticas joyas de museo que no se encuentran en el mercado. Otros agentes cambian las herraduras a los equinos cada 45 o 60 días. Son auténticos especialistas que miman a los animales. Para que no se caigan en el asfalto, les ponen unos pequeños tacos de tungsteno. De esta forma, se agarran en los terrenos más resbaladizos.
Uno de los más veteranos es Ricardo Linares, que lleva 40 años en este servicio. “Esto ha cambiado como de la noche al día. Antes entrábamos con los caballos en las aulas de la universidad. Había una sección de mañana y otra de tarde destinada a este servicio”, recuerda este agente que empezó en la extinguida Policía Armada y ha vivido cuatro cambios de uniforme.
